
¿Qué pensamientos erróneos boicotean nuestro día a día? (y cómo combatirlos)
Cuando hablamos de salud mental e inteligencia emocional, solemos pensar en el psicólogo, pero nunca en nuestros pensamientos erróneos. Esto no quiere decir que, para trabajarlos, no sea necesario acudir a un especialista. En estas páginas te lo hemos recomendado muchas veces. No obstante, algunas cuestiones pertenecen a nuestro diálogo interno, ideas y creencias que hemos interiorizado, que rigen nuestra vida a pesar de estar equivocadas, y que nos generan malestar y frustración.
Para hablar de esos patrones erróneos de pensamiento, cuáles son los más comunes y cómo combatirlos, recurrimos a la psicóloga Leticia Galeón, nominada a los Doctoralia Awards.
1. Ser demasiado crítico con uno mismo
“Es algo muy habitual en la mayoría de personas porque tendemos a ser nuestro peor juez. Somos mucho más crueles con nosotros mismos y usamos mucho la doble vara de medir; con los demás somos más benévolos y tenemos más compasión. Solemos tener pensamientos muy críticos hacia nosotros en cualquier ámbito, ya sea el físico, porque pensamos que podríamos tener un aspecto mejor, o en temas laborales, cuando pensamos qué más podríamos hacer… Nos fijamos mucho en nuestras habilidades personales, en nuestras mayores o menores facilidades, y nos comparamos con los demás, como si nosotros no fuéramos suficiente”, explica Leticia.
“Lo cierto es que todos tenemos fortalezas y virtudes, pero nuestra mente tiende a ser crítica con nuestros errores o vulnerabilidades, no valorando lo primero, lo que sí se nos da bien, las cosas que nos gustan de nosotros…”.
2. Pensar en absolutos: todo o nada, siempre o nunca
“Es lo que en psicología llamamos el ‘todo o nada’. La mente tiende a categorizar las cosas de forma dicotómica. Si algo falla, por pequeño que sea, ya pensamos que está mal, y es un error de pensamiento, porque es muy difícil que algo esté perfecto o fatal".
“Normalmente las cosas, como explica la campana de Gauss, suelen encontrarse en términos centrados, medios. Pero nosotros tendemos a un pensamiento extremista respecto a esos dos polos que barajamos siempre. Lo utilizamos con nosotros mismos, con el “no valgo para nada, no hago nada bien”, y con otras cuestiones externas: “la cena es un desastre porque me ha faltada un poco de sal en la carne”.
3. Ser catastrofista
“Tiene que ver con esa tendencia a barajar la peor hipótesis posible, y eso puede ir de la mano de anticipar. Solemos hacer anticipaciones y teorías catastróficas, pero no tenemos poderes para saberlo. Muchas personas se basan en que, si se preparan para lo peor y no ocurre, se llevan una alegría, y si ocurre lo peor, no se decepcionan porque ya lo esperaban. Pero eso no es verdad, a nadie le gusta que ocurra nada negativo, y está demostrado que ponerte en lo peor te predispone a que finalmente suceda. Se llama la profecía autocumplida, que dice que lo que vaticinas ocurre porque lo has provocado de manera inconsciente”, detalla Galeón.
“Las cosas no se pueden saber con anterioridad hasta que no ocurren, y la mejor forma de combatir eso es siendo objetivo y realista. Hay tantas probabilidades de que pase lo peor como de que pase lo mejor. Suele ser al 50%”.
4. Ser demasiado exigente: debería, tengo que…
“A esto los llamo los ‘debería’ o ‘tengo que.’ Focalizar nuestra mente en todas esas obligaciones, esas cosas que nos echamos encima y que queremos cumplir, genera agobio, y eso suele provocar anticipaciones catastrofistas de que no vamos a poder. Eso a su vez hace que seas menos productivo, que te desconcentres, y empieza a suceder esa profecía autocumplida. Lo cierto es que el día tiene 24 horas, debemos dormir ocho y trabajar ocho, y es difícil que podamos llenar las ocho restantes con un montón de cosas”, apunta Leticia sobre otro de los pensamientos erróneos más comunes.
“Una de las claves es tener una expectativa más realista de lo que podemos hacer, porque solemos exigirnos cosas que no podemos cumplir por falta de tiempo. Seamos objetivos en nuestras exigencias, y si no llegamos, seamos compasivos con nosotros mismos. Tenemos que hablarnos como lo haríamos con un amigo que nos dice que no llega a todo. Seguramente le diríamos: ‘llegas a todo lo que puedes, y el que hace todo lo que puede no está obligado a más”.
5. Ser perfeccionista
“Ser perfeccionista tienen que ver con dos cosas, la autoexigencia y la expectativa. Una persona muy autoexigente suele ponerse el listón muy alto; si no, hablaríamos de alguien conformista, y no es mejor una postura que la otra, depende de para qué lo estemos contemplando. ¿Qué ocurre con alguien perfeccionista? Si llega a ese listón, no se sorprende, porque su cerebro le dice que así tiene que ser, que si lo alcanza es fruto de su empeño y esfuerzo. Pero cuando no llega a ese listón y se queda más abajo, no es capaz de valorar lo obtenido, porque su mente se fija en lo que le falta, que normalmente es un porcentaje menor de lo que ha logrado. A nivel emocional, genera insatisfacción y frustración, dos emociones muy cañeras”.
“¿Cuál sería la clave? Intentar fijarnos en lo que sí hemos conseguido. Que todo sea perfecto es imposible, porque siempre hay posibilidad de mejora. Y como a veces pensamos en absolutos, creemos que podríamos haberlo hecho, por ejemplo, en menos tiempo. Hay que poner las exigencias y las expectativas a un nivel más alcanzable y valorar todo lo que hacemos, lleguemos o no a ese listón, porque siempre se aprende algo”.
6. Las generalizaciones
“Siempre lo explico con esta frase tan fea que tenemos en nuestra cultura: ‘por un perro que maté mataperros me llamaron’. Es esa tendencia a basarnos en una o dos ocasiones para extrapolar algo al “siempre” y hacerlo general. Las generalizaciones suelen incluir las palabras “nunca” y “siempre”. Y esto no es así: una o dos situaciones no pueden predecir el resto”.
“Para hacer estadística necesitamos una muestra grande. Y esto sería lo mismo. Esto genera una anticipación y no tenemos poderes para saber qué podría ocurrir. Un caso no puede predecir las situaciones venideras”.
7. Intentar agradar y complacer a todo el mundo
Otro importante ejemplo que nos pone Leticia: “Cuando intentamos contentar y caer bien a todo el mundo, ponemos a los demás como prioridad, no a nosotros. Y se trata de un imposible: no podemos caerle bien a todo el mundo ni todo el mundo puede estar de acuerdo con nosotros al igual que a nosotros no nos cae bien ni estamos de acuerdo con todo el mundo. Y sabemos que no pasa nada, pero con nosotros volvemos a ser críticos y exigentes, poniéndonos un listón imposible".
“Al final, empezamos a vivir la vida que quieren los demás, y eso provoca que muchas personas adultas hagan un balance en un momento dado y se sientan vacías. Esto es reconducible, pero lo ideal es ponerte tú como prioridad, tener claro que es imposible que todo el mundo esté de acuerdo y contento contigo, y que tú puedes darte el valor y la importancia que realmente necesitas”.
8. Interiorizar lo que creemos que piensan los demás
“Esto se llama leer la mente y está dentro de las anticipaciones. Se puede anticipar con lo que va a ocurrir o con lo que creemos que los demás están pensando. Volvemos a lo de siempre: no tenemos poderes, no podemos saber lo que los demás piensan o sienten, y partiendo de esa base, nos genera mucho malestar. ¿Cuántas veces hemos creído saber lo que piensa o siente alguien y nos hemos equivocado? El riesgo de anticipar es el riesgo a equivocarse”.
“Volvemos a lo de antes: priorizamos a los demás, lo que piensan o siente, antes que a nosotros mismos, pero eso no está en nuestro control. Lo único que está en nuestra mano es lo que pensamos y sentimos nosotros, y lo que no está en nuestra mano solo nos sirve para preocuparnos”.
9. Victimizarnos demasiado
“Cuando nos vemos a nosotros mismos como víctimas, tenemos la excusa perfecta para no hacer nada, para no actuar, para no cambiar, y eso a mucha gente le viene bien para evitarse un esfuerzo. También se hace a veces para obtener de los demás cariño, comprensión, hacer que bajen la exigencia, que sean más complacientes…”.
“En ocasiones, esto puede servirnos para lograr un objetivo, pero a la larga, el resto de personas suelen sentir rechazo por alguien que siempre tiene una visión de víctima sobre sí misma. Deberíamos valorar qué nos cuesta y en qué nos beneficia”.
10. La pereza y la procastinación
Para concluir, Leticia repasa otro de esos pensamientos erróneos usuales. “Lo que hay detás de la pereza y la procastinación son el “no tengo ganas” y el“estoy esperando un momento mejor”. Son la excusa perfecta para posponer, y está demostrado que no nos viene bien, porque nos genera dos malestares. Por un lado, el no obtener esa sensación de haber hecho lo que tenías que hacer, con ese pellizco constante de “lo tengo pendiente”. Por otro, no te sientes bien contigo mismo porque sabes que lo estás demorando”.
“Justamente ocurre lo contrario cuando sí hacemos las cosas: te sientes bien por haber hecho lo pendiente y obtienes paz y tranquilidad contigo mismo. Mucha gente cae en la pereza y la procastinación por falta de motivación, pero la motivación no es sinónimo de ganas, sino de motivos. Una clave para combatir esto es recordar los motivos por los que tenemos que encargarnos de eso que está pendiente. Y la otra es empezar. Empieza, solo eso, no pienses en acabar. Cuando uno empieza algo es más fácil seguir que parar”.
Fuente: revistagq.com